sábado, 22 de marzo de 2008

Se me desgarró el paladar

Que es lento, que lateraliza, que juega para atrás, que "me pone nervioso", que "es un amargo, siempre con esa cara", que tiene mal carácter, que se lleva mal con los técnicos, que no pone ganas en las prácticas...Uf, si se dirán cosas de Román Riquelme. Pero lo cierto es que, en el fútbol argentino (y habría que revisar detenidamente el de los demás países), el diez de Boca y preferido del Coco Basile, es el único que sabe a lo que juega.
Cabeza levantada, pelota bajo la suela, no hay nadie igual. Ni siquiera parecido. Román hace magia con la pelota. No se esconde, como muchos. La pide siempre (no me vengan que contra Alemania no aportó o que es un pecho frìo y esa cantinela....¿o se olvidan de que la Copa Libertadores 2007 la ganó él solito?). La mueve, la hace correr. No corre él, atolondrado, con la pelota. La pelota es la que corre, suave, feliz, por toda la cancha. ¿lateraliza? Claro, abre la cancha, hace jugar al resto. Pero cuando verticaliza, ¿quién lo para? ¿Quién tiene su panomara? Nadie. La pisa, quiebra la cintura y la pone en un ángulo. O te deja pagando con un caño monumental (¿te acordás Yepes). Mira para un lado, la pasa para el otro dejando tres defensores en el camino y al delantero solito para que haga lo suyo, si sabe. Construye paredes todo el tiempo. Te la da redonda. Aunque claro, si al que tiene al lado es Dátolo, es un problema.
Lo cierto es que una de mis únicas esperanzas, o el único que me garantizaba que algo bueno podía pasar en 90 minutos que suelen ser un suplicio, se rompió por tratar de arreglar los desastres que hacían sus compañeros. Se desgarró Román. Casi un mes sin él. Se desgarró mi paladar. Voy a buscar hielo....el Coco necesita un whisky.